top of page

CIENTÍFICAS INVISIBLES

Qué mal ha tratado el hombre a la mujer siempre. En todos los ámbitos: en el laboral, en el social, en el político, en el artístico y -¡cómo no!- en el científico.


En 1925, Cecilia Payne-Gaposchkin escribió su tesis: Atmósferas Estelares, para muchos: “la mejor tesis de astronomía de la historia” cuyos resultados fueron el inicio de la astrofísica moderna. Ella descubrió que las estrellas se componen de helio y sobre todo de hidrógeno. Sin embargo, otro astrónomo que defendía una hipótesis totalmente opuesta le convenció de que no pusiera aquel descubrimiento en sus conclusiones. Payne la puso, aunque indicó al final de la misma en una nota que probablemente aquel descubrimiento sería erróneo.


Lise Meitner, física nuclear, fue una de las científicas más importantes de todos los tiempos. Se le atribuye el descubrimiento de la fisión nucl


ear. Ahí queda eso. Y a pesar de ser la madre de la bomba atómica fue la única científica que no quiso colaborar en el proyecto Manhattan. Hoy casi nadie la conoce.


El mismísimo Albert Einstein llegó a decir de ella: “su cabeza es mejor que la de madame Curie”. Aunque el bueno de Albert tampoco escapa de esta invisibilización. Hoy se discute hasta qué punto los descubrimientos del genial científico se basaban en los de su primera mujer: Mileva Maric. Se casaron en 1903, y hasta 1990 fue ignorada por la historia y por la ciencia a pesar de existir indicios claros de esta relación entre la correspondencia que ambos mantuvieron en su época de noviazgo.


Por centrarnos en las ciencias sociales, en 1860 Concepción Arenal se presentó a un concurso de la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas con su trabajo: “La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad”. Para algunos autores, como Fran Idareta, las obras de concepción arenal son auténticos manuales, muy avanzados para la época, del principio del trabajo social en nuestro país[i].


Pues bien, como al concurso no podía presentarse una mujer, Concepción tuvo que firmar el trabajo con el nombre de su hijo de diez años. Por supuesto que se descubrió el pastel cuando ganó el premio, 8000 reales, y no quedó otra que la rectificación del nombre de la ganadora.


Aquí enlazamos directamente con el asunto de este post: el nombre de la autoría en la producción científica.


Ha pasado sin pena ni gloria la una decisión histórica que ha tomado la revista Servicios Sociales y Política Social de cambiar las normas del juego en relación a la citación de los textos en la bibliografía científica[ii]. Como todas sabéis, casi el 90% de las revistas científicas sobre trabajo social siguen las normas APA, que derivan de la Asociación Americana de Psicología. Lo que ocurre en este tipo de normas de citación de artículos es que no se utiliza el nombre entero del autor/a del texto, sino que se marca su nombre con una inicial. Es decir si alguien cita cualquiera de mis artículos científicos en APA sería así:


Cebolla, O. (2011) La objeción de conciencia en trabajo social: ¿realidad o sueño? Servicios Sociales y Política Social 95, 137-162[iii]


Además, también se da la paradoja que estas normas no utilizan el apellido materno. Los anglosajones no usan un segundo apellido, por lo que quienes juguemos al juego de la citación de APA debemos suprimir alegremente el apellido de nuestras madres, cosa que, personalmente, me toca bastante la moral. Lo que suelen hacer las gentes de la academia es la trampa del guion. Ponen un guion entre ambos apellidos para que la cita sea válida, como si fuera un único apellido. Así que haciendo el truquito del guion el mismo artículo antes mencionado se referenciaría así:


Cebolla-Bueno, O. (2011) La objeción de conciencia en trabajo social: ¿realidad o sueño? Servicios Sociales y Política Social 95, 137-162


Pero del nombre nada de nada. De esta forma se invisibiliza el sexo del autor/a y en una profesión feminizada desde el principio de los tiempos pues como que sabemos quién son las principales perjudicadas. Además, las mujeres americanas al casarse suelen adoptar el apellido del marido por lo que al final la invisibilización de la identidad de la autoría femenina es total: no ponemos el nombre completo, no hay apellido materno y se asimila el apellido del esposo. ¡Tócate el ch….!


Así que, evaluando los diferentes sistemas de citación vemos que ninguno se ajusta a una citación justa en el que se reconozca el trabajo de quien lo hace:


· Las normas ISO: incluyen el segundo apellido pero no el nombre por lo que si el objetivo es visibilizar la producción científica femenina estamos en el mismo caso. UNE-ISO 690:2013 - Bibliografía y citas - Guías de la BUS at Universidad de Sevilla

· Las normas Vancouver igual que las ISO. Aunque menciona el segundo apellido no menciona el nombre completo del autor/a: Ejemplos Vancouver - Citas y bibliografía - Guías de la BUMA at Universidad de Málaga

· Normas Harvard: tienen el mismo sistema que las normas APA Guía de citas y referencias Estilo Harvard (uam.es)


Valdrían las Normas Chicago que sí utilizan el nombre entero del autora pero no el segundo apellido, y no en todos los casos: Ejemplos-Chicago-buclm.ashx pero este sistema se aparta de las ciencias sociales y se aplica principalmente en: historia, arte, musicología y literatura. Sinceramente: si no citamos bien en APA, ¿Quién lo va a hacer en unas normas que no conocen ni en Chicago?


Así que, para mí, el Consejo de Redacción de Servicios Sociales y Política Social (a petición de un grupo de colegiadas que no puedo nombrar, lideradas por una cuyo nombre empieza por I y acaba por cun) se ha mojado pero bien y ha decidido que a partir de ahora se especifique el nombre complejo del autoría, que sumado al truquito del guion ya quedaría así:


Cebolla-Bueno, Óscar (2011) La objeción de conciencia en trabajo social: ¿realidad o sueño? Servicios Sociales y Política Social 95, 137-162


Mucho mejor, y si lo hacemos en femenino ya no te digo nada. Que no es lo mismo decir: Las Heras, P. que: Las Heras-Pinilla, María Patrocinio ¿Verdad?


Además de adaptar todos los textos fundacionales de la revista también se ha dado otro paso importante: desde el 2021 el lenguaje inclusivo será un ítem evaluable en los textos que se reciban. Dos medidas pioneras en el mundo de las publicaciones de lo social en trabajo social en España y todo ello al hilo de los parámetros de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) que recoge: la Incorporación de la Mención en Prácticas Editoriales en Igualdad de Género[iv].


Pero todo esto ha pasado sin pena ni gloria. Que, bueno, tampoco es para hacer una fiesta, pero era de justicia dar este primer paso, que no va a gustar a la academia más purista (la que se compone principalmente de hombres).


Perdonad si utilizo este espacio personal para hablar de un tema laboral, es la primera vez que lo hago, pero como coordinador de la revista desde hace catorce años no lo podía dejar en paso, ya que me hace sentir especialmente orgulloso.


Me gustaría cerrar el post con una frase de Cecilia Payne:


"La recompensa del joven científico es la excitación y emoción que se siente al ser la primera persona en la historia en ver o entender una cosa nueva. Nada puede compararse a esa experiencia…


La recompensa del viejo científico es la sensación de haber visto evolucionar un boceto hasta convertirse en un paisaje magistral".


Es tiempo de hacer ese paisaje.



Ilustración: gooscar- Cecilia Payne

 
90 visualizaciones

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page