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EL OTRO CONGRESO

Actualizado: 30 may 2022

Es difícil revivir en una Memoria lo que fue el Congreso. Trabajo en común, convivencia amistosa, perspectivas más profundas de las exigencias que nos plantea la profesión… Deseamos que los comentarios que oímos en aquellos días de “es estupendo”, “hay temas más interesantes a tratar”, “debe haber más grupos”; “Hay que profundizar más” … no caigan en el vacío, sino que impulsen Jornadas Nacionales y Regionales y despierten un creciente interés para el II Congreso.

Así habremos abierto más ancho camino para la profesión en España, así podremos decir que el I Congreso Nacional ha cumplido su razón de ser”

Memoria del I Congreso Nacional de Asistentes Sociales. Barcelona 23-26 de mayo de 1968[1]



Quiero abrir esta entrada con los agradecimientos: en primer lugar, al esfuerzo y al trabajo desinteresado de las veinticinco compañeras/os colaboradores/voluntarias de Ciudad Real. Todo un acierto del Colegio Profesional de Trabajo Social de Castilla la Mancha. Grandísimos profesionales que han dado su tiempo de forma desinteresada para hacer del Congreso de su región todo un éxito. Puedo asegurar que al personal técnico nos han salvado la vida y han estado desde el minuto uno, hasta el cierre, demostrando una profesionalidad y una entrega admirable. Quizá Ciudad Real tenga pocos atractivos turísticos pero las gentes de un lugar dicen mucho de su tierra y por lo que a mí respecta, si la vida lo permite, tengo claro que regresaré.


Por otro lado, agradecer a Chema, nuestro mozo de almacén/informático, a la gente de seguridad, a las trabajadoras de la limpieza (madre mía que locura lo del papel higiénico), al personal médico y al Capo del pabellón: Juan Nieva, el Jon Nieve del Palacio de Congresos, lástima la reverberación del Palacio que a veces dificultó y deslució el desarrollo del programa.


Respecto a los políticos no os digo nada y os lo digo tó.


Desde 2009, he tenido el privilegio de participar en la organización de cuatro Congresos: Zaragoza, Marbella, Mérida y Ciudad Real y es, permitidme que lo compare, como dar a luz: nadie lo entiende si no lo has vivido. El sacrificio personal, la dedicación y las horas. La paralización del trabajo que luego te espera. El agotamiento mental y físico. Un Congreso supone exprimirte al 200%. Aun así, me quedo corto.


¿QUÉ ES UN CONGRESO?


A pesar de este esfuerzo, siendo honestos, la esencia de un Congreso tampoco es la organización de éste. Hay empresas que podrían organizar un Congreso mucho mejor. Eso sólo es cuestión de dinero. Las empresas BBC (bodas, bautizos y comuniones) ofrecen servicios e ideas populares como bingos a los congresistas con premios que consisten en viajes al Caribe. Letras luminosas de neón para fotos divinas y secretarías técnicas con cincuenta azafatas que gestionan las mil inscripciones de los congresistas. Insuperable. No es el caso, aquí somos literalmente seis personas.


Un Congreso tampoco son los artistas famosos que forman parte del programalúdico. Pueden darle más o menos glamour al asunto. Luego nos matamos por tirarnos una foto con las estrellas para subirlas en nuestras redes: Rozalén, el Chojin, Pamela Palenciano, ect. Tampoco constituyen per se un congreso los divulgadores e invitados especialistas con más o menos conocimiento de la profesión como Adela Cortina, Elsa Punset, Malcolm Payne o Alicia Girón.


Un Congreso tampoco es el programa científico. Da igual quién lo organice. He visto grandes profesionales de mucho renombre llorando entre bambalinas por las críticas al programa y al desarrollo conceptual del mismo. Ningún Comité Científico dejará con su programa contenta a toda la profesión. Como ya decía el Perich, el gran maestro del humor gráfico: “gustar a todo el mundo, lo que se dice gustar a todo el mundo, no lo ha conseguido ni el jamón serrano”. No nos engañemos. Nunca estarán todas. Siempre faltará ésta o aquella. Nunca se saciarán los egos de las y los popes. Nunca se valorará en igual medida el trabajo de quienes participan. Siempre habrá un componente humano o político. Por otro lado, en función del momento histórico primará un tema por encima de otro y al final, lógicamente, cada congresista quiere que hablen de lo suyo, cada uno arrima el ascua a su sardina. El trabajo social es tan amplio y diverso que habría que hacer un Congreso por cada ámbito de actuación.


Un Congreso tampoco son sus ponencias marco[2]. Aunque sin duda son el plato fuerte de cada edición. De la primera Ponencia Marco en 1968 de Dolores García: “Terminología” a la Odisea de Luis Barriga en su Sentido y Sentidos[3]. De cuestionar las reglas de Matrix de Teresa Matus al diálogo de Concha Vicente y Pedro Celiméndiz para generar conocimiento desde la práctica profesional (y que estoy desando poder ver ya que como siempre no pude asistir en directo) cada ponente marco ha dado lo mejor de su pensamiento para la profesión. Es un ejercicio de gran responsabilidad sin ninguna duda.


Un Congreso tampoco son sus comunicaciones, ni sus mesas de debate, ni sus talleres, ni sus pósteres. Para gustos los colores. Pero ojo, cómo nos emocionaron Ana Martinez Rodero con su: Problematizando sobre la presencia de los/as niños/as como traductores/as-intérpretes en los servicios sociales. Dilemas éticos desde el Trabajo Social, y las compañeras del Hospital Universitario Vall d´Hebron con su comunicación sobre la violencia obstétrica. Cómo salió de contenta la gente de los talleres: practicando con las máscaras, jugando con los ODS o aprendiendo del secreto profesional. Y la mesa “Reflexionando sobre el feminismo en Trabajo Social" no pudo ser mejor. Koldo:¡Cuánto me queda que aprender en el “rincón del feminismo”! Me encantaron las cuatro participantes: ¡gracias Ana, Koldo y Toñi! Y gracias, Raquel Milán. De esa mesa me llevo uno de los recuerdos más bonitos e inesperados de toda mi carrera profesional y artística. Un aplauso que guardaré como uno mis tesoros más valiosos para el resto de mi vida. Pero ojo, no tuvo precio la gente levantándose a aplaudir en la Mesa del “Trabajo Social ante las situaciones de emergencia social" a las compañeras de la Palma, a Victoria Belis (Premio Estatal 2022) y a Patro las Heras. O el aplauso del atrio a Izaskun, nuestra “Furiosa” de Mad Max del trabajo social, y que tuve la suerte de presenciar en directo. Os adjunto video de ese momentazo.





Pero un congreso tampoco es eso. Tampoco lo son las exposiciones o la parte creativa del participarte. Aquí he de señalar que Emi Vicente ha sido una auténtica mecenas a la hora de incorporar y de apostar por el arte y por todas las expresiones artísticas en el Congreso. Como artista, he de agradecer la oportunidad de mostrar mi obra en este Congreso y compartir espacio con las tallas de Luis Gámez y Asunción Caballero o presenciar la maestría de Fran Idareta al acordeón. Fue bestial.


Un congreso no son los vídeos que se proyectan (aquí el canal de lo social también aportó su granito de arena, aunque está feo que hable yo de ello), ni los cierres espectaculares con un cañón creando una lluvia de confeti. ¡Un momento mágico! Ni una venta reivindicativa donde mercadear, aunque sea con la mejor de las mercancías: los libros. Un Congreso no es un mercadillo de libros, de campañas solidarias y merchandaising. Entonces: ¿qué es un Congreso?


EL OTRO CONGRESO


Es todo lo anterior, pero sumándole lo más importante de todo: las trabajadoras sociales que asisten.


Etimológicamente la palabra Congreso, deriva del término latino: Congressus, que significa reunión. En este caso, un congreso profesional es una reunión de colegas, es decir, personas que comparten la misma profesión y que normalmente se colegian.


Por tanto, para mí, un Congreso es un espacio de encuentro entre colegas, compañeras, e iguales. Que comparten experiencias, conocimiento e ilusión en pro de su misma profesión. Cada Congreso tiene su cosa, pero en este Congreso se notaba en el aire como una “buena onda” generalizada en el ambiente. Normalmente las trabajadoras sociales os fustigáis mucho unas a las otras. Siempre estáis con el látigo y la crítica. Pero en este congreso había una buena vibra. Quizá veníamos con ganas de Congreso por los dos años que el COVID nos ha tenido en casa. Sea como fuere ha sido el congreso del reencuentro y del abrazo.


Me he encontrado con tantísima gente que sería imposible citarlos a todas/os sin dejarme a alguien. Sólo citaré a la trabajadora más importante para mí: la mía. Reencontrarme con Maite Fernández fue una alegría inmensa. Por todas/os las/los demás, levanto mi copa y brindo por cada uno de los ratos que hemos pasado: ¡salud!


No quiero desmerecer, pero los Congresos que Organiza el Consejo General del Trabajo Social no dejan indiferentes a nadie. El alcance y la trascendencia se multiplica por cada una de las regiones que participan. La unión de los pueblos, los países, las lenguas y las culturas. Pero: -“¿qué voy a decir yo que soy marca Consejo?”- Pase lo que pase y acabe como acabe esta aventura, soy, y siempre seré, un defensor de la estructura colegial.


Por esta misma razón quiero pedir perdón a quienes no pude firmar los libros en determinados momentos del Congreso. Entended que allí no estaba como Óscar Cebolla “el autor” o “intento de artista” o el del “Canal de lo Social”. Allí, principalmente era Óscar el chiquito del Consejo.


Reconozco que puse mucha ilusión en las obras de la expo o de la plaza, tratando de dar lo poco que puedo aportar a una profesión que me lo ha dado todo. Pero luego llegan las trabajadoras sociales y me devuelven ese cariño por quintuplicado. ¡La hostia! ¡ha sido abrumador! Gracias a las profesionales que se me acercaron dándome tantas muestras de afecto. Me temo que jamás saldaré mi deuda para con el trabajo social. Muchísimas gracias.


Por último, los últimos serán los primeros, me he reencontrado también con mi gente de los Congresos. ¡Qué equipazo! En este caso me viene al pelo la frase que nos regaló Elsa Punset: “Somos la media de las cinco personas que nos rodean”. Sois muy top. Hemos vivido otro congreso por el pinganillo (¡Qué infierno y qué necesarios los walkies!) Vosotras y vosotros sabéis quienes sois. No hace falta que diga vuestros nombres. Hemos compartido plato, cama, sudor, besos, sonrisas y lágrimas. ¡Qué ruleta rusa de emociones! ¡Cuántos momentos mágicos! Sois la puta hostia en verso y no entendería un congreso sin cada una de vosotras/os. Gracias por cada momento que hemos compartido.


Y, joder, ¿por qué no? A las juntas de gobierno del CGTS y del Colegio: ¡enhorabuena! ¡Casi no habéis dado guerra!


Pero también ha habido ausencias notables. Es una pena. En un congreso debe estar todo el mundillo de la farándula del trabajo social. Ojalá consigamos eso algún día. No debe ser requisito indispensable ser protagonista en una mesa para acudir al Congreso, pero si es necesario buscar nuevas fórmulas de matrículas más reducidas para estudiantes y profesionales en paro. Hay que seguir dándole vueltas al sistema para mejorarlo.


En definitiva, el otro Congreso se hace en los pasillos, en las conversaciones, en los corrillos. Un congreso también supone coincidir con aquellas compañeras y compañeros con los que disentimos profundamente. Con nuestras némesis profesionales. Un lugar de encuentro en el que debatir y ponerse en los zapatos del otro/a. Un lugar donde acabar bailando con Fito, o en una fiesta hasta que viene la policía a parar la música o en una habitación que no era la tuya.


Un congreso marca las líneas de una profesión cada cuatro años, y en este barco vais todas juntas/os. Es necesario, por tanto, buscar puertos donde recoger una tripulación más joven que continúe navegando y que nunca olvide el espíritu del trabajo social y el del propio congreso que recoge la cita que abre esta entrada:


Deseamos que los comentarios que oímos en aquellos días… no caigan en el vacío, para que impulsen un nuevo congreso. Así habremos abierto más ancho camino para la profesión en España y así podremos decir que el Congreso ha cumplido su razón de ser.


No sé ni dónde ni como estaré dentro de cuatro años. Lo que si sé, es que si el destino lo permite asistiré al XV Congreso Estatal y III Iberoamericano de Trabajo Social del Consejo General del Trabajo Social y participaré del otro Congreso. El de los pasillos.




 
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