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ELECCIONES COLEGIALES: FRANCAMENTE QUERIDA...

Esta entrada va de trabajo social.

 

El 29 de septiembre de este fatídico 2020 se celebraron las elecciones al Colegio Oficial de Trabajo Social de Madrid. Curiosamente tres días después, el 1 de octubre, se conmemoraron los 89 años desde el célebre discurso[1] de Clara Campoamor en el Congreso de los Diputados que sería definitivo para la consecución del sufragio femenino en España.

Ambos hechos tienen un punto en común: la participación en las elecciones.


Durante esta campaña se presentaron tres candidaturas a la Junta de Gobierno del Colegio, un hecho insólito (mi enhorabuena a la candidatura ganadora de Dani y al resto de participantes) y la participación en las elecciones batió récords históricos: 490 votos emitidos[2] de casi 5260 colegiadas, es decir: menos de un 10% del total del censo.


La baja participación no es un hecho aislado al Colegio de Madrid sino que es común toda la estructura y a todas las profesiones. Así por ejemplo, las elecciones del pasado 17 de septiembre (2020) al Colegio de Médicos de Madrid, votaron 7962 colegiados de 41800, es decir un 19% del censo total[3]. La baja participación en las elecciones es una realidad tanto en la estructura colegial como en nuestra vida política general.


Parece mentira que en apenas 90 años del voto femenino de Clara Campoamor nos encontremos ante esta situación. Las extensiones de voto siempre se han enfrentado a resistencias desde el principio de la Democracia: desde Atenas al Sufragio Universal, el sistema siempre ha puesto resistencias para el aumentar el número de población que puede

votar. Sin embargo, hoy no se da esta limitación o supresión del votante sino que el votante se suprime sólo: tira su derecho a la basura o actúa como si no lo tuviera.


Aún en mis años de decepción política (allá por 2011) jamás dejé de ejercer mi derecho a voto. La consigna era: vota nulo o en blanco. Siempre que llega la hora de votar me pregunto: ¿es el voto un derecho o un privilegio? ¿Cuántas personas lucharon para que yo tuviera mi derecho a voto? ¿Cuenta más mi voto o mi no voto? ¿Interesa que vote más o menos gente? ¿Es un derecho o una obligación? ¿O las dos cosas? De hecho en muchos países el voto obligatorio: en Argentina, Brasil, Australia (e incluso España en el pasado) el sufragio fue obligatorio.


La baja participación en las elecciones colegiales y en el funcionamiento ordinario de los Colegios es en mi opinión el mayor mal endémico al que se enfrenta la estructura colegial[4].


Es un doble problema que es urgente abordar.


Las colegiadas pasotas: paso de todo menos de criticar


Históricamente la participación en la vida de la estructura colegial ha sido voluntaria, y salvo casos excepcionales, no ha existido nunca la profesionalización de la estructura un proceso que no es extraño en otras profesiones.


En su origen, la organización colegial se creó bajo la creencia de que la unión hacía la fuerza: -Si formo parte de la estructura seremos más, presionaremos con mayor fuerza, nuestra voz será más clara-. La participación voluntaria era común en los inicios pero poco a poco las profesionales comienzan a distanciarse de la organización colegial o los colegios de sus colegiadas. Hoy podemos afirmar “que sólo el uno por ciento de la profesión participa directamente en la organización[5].


De hecho ha sido común, sobre todo en los colegios "pequeños" o "medianos" (entre 100 y 1000 colegiadas) que no existan candidaturas a las Juntas de Gobierno quedando desiertas las elecciones y que Junta saliente tenga que quedar (obligada) a quedar en funciones y a asumir a la postre un nuevo mandato[6]

Por otro lado, en los Grandes (más de 2000 colegiadas) es frecuente considerar que la participación de 20 personas en una Asamblea General Ordinaria sea un éxito de asistencia. En la mayoría de los casos las asistentes brillan por su ausencia.


Sin embargo, también es común observar en redes sociales comentarios como: -¿Y qué hace mi colegio sobre ésto o lo otro?- precisamente gente que no le dedica ni un minuto de su tiempo a la estructura y que ni siquiera acude a votar, o se interesa por la gestión que se hace de su colegio.


Hoy existe gran porcentaje de colegiadas que viven asentadas en la queja y en el descontento, exigiendo servicios a cambio de una cuota pero que poco o nada proponen excepto críticas por redes sociales.


También existe la concepción entre las recién graduadas de que la estructura colegial no sirve para nada: ¿de dónde surge esta idea? ¿se enseña en la universidad? En mi pueblo hay un dicho: ¿Quieres peces? Mójate el culo ¿Quieres cambiar las cosas? Participa: ¡cámbialas!


No hay que olvidar que las profesionales de las Juntas de Gobierno de toda la estructura, las forman personas que (en mayor o menor medida y con mayor o menor acierto) quieren aportar su grano de arena al trabajo social desde la Organización Colegial. Mi reconocimiento a aquellas profesionales que han formado parte de esta historia desde la creación de la estructura a finales de los 60 (el FEDASS se crea en 1967). En mi opinión, gracias a su incidencia a nivel político, se han conseguido los grandes logros de la profesión.


Tener más de 50 años de historia en organización colegial (en una profesión joven que parte desde la creación en Barcelona de la primera Escuela Universitaria de Trabajo Social, entonces denominada Escuela de Asistencia Social para la Mujer en 1932) es sin duda un punto fuerte respecto de la lucha por la pervivencia con respecto a otras profesiones de lo social.


Sinceramente, esto es una carrera en el tiempo: ¿Qué profesión de lo social pervivirá en el futuro?


Los colegios: estructuras arcaicas a renovar. Precisamente por su creación en tiempos preconstitucionales, los colegios oficiales (de todas las profesiones) van dando bandazos a lo largo del tiempo por las leyes o órdenes de los distintos Gobiernos y por la normativa europea que no llega a definir una política clara y unitaria con respecto a la su naturaleza jurídica y a la ley que no llega de Servicios Profesionales. Ante eso no se puede más que tratar de remar en la deriva.


¿Cómo enganchar a la gente? ¿Cómo animarla a qué participe? Eso es otro tema. Creo que ya se están haciendo cosas[7], basta con mirar la participación en redes y la incidencia en medios, pero aún hay mucho camino por recorrer.


Sin embargo, si que hay cuestiones que los Colegios tienen que afrontar: las instituciones deben modernizarse y dar servicio a la ciudadanía o a sus colegiadas en el caso que nos ocupa. En mi opinión, primero es necesario poner todos los medios a disposición del electorado (en este caso colegiatura) y luego buscar las fórmulas para animar a la participación.


En las elecciones de los Colegios Oficiales todos los votos valen lo mismo: una colegiada un voto. No hay sistemas proporcionales, ni gerrymandering[8] que valga. Por eso es fundamental que votar sea fácil: un voto, un clic.


Votar presencialmente, o votar por correo pasará a la historia. Y más en tiempos de COVID. Hay que suprimir colas, sellos y tasas de rechazo a votos por correo, o desplazamientos desde zonas rurales a otros núcleos para poder ejercer tu derecho a voto.


Si presumimos de vivir en una sociedad 2.0 no podemos seguir haciendo papeletas y recortables en sobres para votar. Hay que dar la oportunidad a que toda profesional pueda ejercer su derecho a voto y que sea tan fácil como dar un like en redes sociales, o tan seguro como pagar por PayPal.


¿Quién sabe? Quizá se empiece por las elecciones y se acabe votando desde tu casa los puntos planteados en una Asamblea General.


Y por último, si que es necesario, desde mi punto de vista, seleccionar muy bien los mensajes que se trasladan a la colegiatura ante este fenómeno, ya que en cierta forma, la euforia puede favorecer a la propagación del mismo.


El reto es demasiado serio, demasiado serio, como para lanzar vítores al aire por conseguir minúsculos porcentajes de participación o que otra Junta de Gobierno llegue a presentarse. Si el ejemplo más exitoso de la estructura colegial es alcanzar menos de un 10% del total de votos en unas elecciones, entonces, lo que te está diciendo el 90% restante es lo que Rhett Butler le dijo a Scarlett O’Hara al final de Lo que el viento se llevó: “francamente querida, me importa un bledo”.


Ilustraciones:

- Concepción Arenal- "Expo nosotras" (2018) Ana Belén Domínguez /Óscar Cebolla

[4] Así lo pongo de manifiesto en el capítulo COLLEGIUM de mi obra "El arte del Trabajo Social" : https://www.alejandrorobledillo.com/producto/el-arte-del-trabajo-social-una/


[5] Peña, L; Aranguren, N. (2007) La colegiación una opción de autoayuda y de responsabilidad profesional. Servicios Sociales y Política Social 80, 11-18

[6] Baste el reciente ejemplo del Colegio Oficial de Baleares: http://www.treballsocialib.com/web/es/convocatoria-elecciones-generales-cotsib/


[7] Leer las declaraciones del Decano Daniel Gil sobre la participación de la colegiatura:


 

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